14 mayo 2008

La Monarquía y la crisis de la política

Vivimos en un mundo crispado. Los tiempos se han vuelto más difíciles. Hace ya tiempo que se calmó el entusiasmo que provocó la "aparente" desaparición del totalitarismo bolchevique a continuación de la caída del muro de Berlín. Más bien se ha convertido en desilusión, desánimo y puro afán de lucro a toda costa, una especie de baile sobre el volcán. Al mismo ritmo que se deterioran las buenas costumbres, la moral y la ética en todos los países "civilizados" del mundo, se va deteriorando el medio ambiente y la naturaleza. Estamos acabando con las bases para una pacífica y próspera convivencia dejando el campo libre a la tercermundización y la bancarrota técnica de nuestras naciones, antaño fuentes de toda cultura y todo progreso.

Sólo parecen vivir bien los desalmados, los capitalistas salvajes, los políticos corruptos y sinvergüenzas, y sobre todo, todos aquellos que hace poco oprimían a los pueblos del Este con su sistema inh
umano del comunismo, descrito con el eufemismo de "socialismo real". Algunos fueron juzgados, otros muchos siguen en libertad y hasta cobran sustanciosas pensiones del odiado enemigo capitalista. Todos los odian, pero gran parte -si no las mayorías- de los votantes los siguen eligiendo para seguir desgobernando a sus países, al igual que en Occidente muchos votantes eligen a gobernantes que no convienen a sus países, porque sólo hacen sus juegos ideológicos con claro desprecio de la voluntad popular o las necesidades reales de sus naciones.

Luego están las nuevas potencias, las economías emergentes. Son antidemocráticos, pero siguen siendo apoyados por nuestros gobiernos occidentales tan democráticos, tan preocupados por los negocios de las grandes empresas, tan solidarios, tan dados a promover una alianza de las civilizaciones sin saber muy bien qué es realmente una civilización, pero tan ineptos y fáciles de asustar por los viejos ademanes de la amenaza comunista, ahora apoyada en la dependencia creada de la producción a bajo coste.

¿No se dan cuenta de la estrategia tan astuta que sigue su curso en el este, en Asia, la estrategia cuyos hilos parecen mover los antiguos dirigentes o sus sucesores? (Putin es, al fin y al cabo, un
hijo del sistema soviético y de la KGB). La favorecen echando al campo de acción a grupos radicales, difamando a la derecha llamándola golpista y fascista (cuando son atributos que más bien les describen a ellos), y Occidente calla. Calla por miedo. Por miedo a lo inevitable. Inevitable por no poner remedio a tiempo. Más vale pisar sobre carbón candente que quedarse parado ante el obstáculo.

El mundo necesita un cambio profundo y rápido. Como ya dijo a principios de los noventa S.A.I.R. Otto de Habsburgo, el soberano europeo de la clarividencia suprema: "No queda mucho tiempo". Mirad hacia el este y hacia Asia para cercioraos de que el oso ruso y el dragón chino, pero también los nuevos potentados islámicos, tan feroces y tan peligrosos, tan opresores e intolerantes, empiezan a despertarse de nuevo. Ha tocado la hora de levantarnos todos de nuestro letargo materialista, consumista y egoísta. No podemos permitir que sigan anulando nuestra iniciativa con una vida ociosa, sobornada y subvencionada, cómoda y manipulada. ¡El despertar será terrorífico!

Apoyemos a los pueblos oprimidos por sistemas totalitarios e inhumanos para que puedan recuperar en libertad sus garantías de independencia y prosperidad. Nuestro apoyo debe ser sonado.

Llamémos la atención sobre lo que está pasando en Rusia, en Iberoamérica, en Asia, pero también en España y otros países europeos, y ofrezcamos nuestra alternativa con claridad y de forma convincente. Pasemos a la acción para alcanzar este objetivo, porque su consecución será también en nuestro propio beneficio. Sólo la unión hace la fuerza, la unión de los que creemos en la más virtuosa de las formas de estado: la Monarquía parlamentaria y constitucional que en Europa garantiza la estabilidad y la libertad en democracia y que con su sistema democrático puede servir de ejemplo para el mundo de raices europeas, aunque el sistema monárquico en sí no tenga cabida donde no existe tradición por no existir familia real; pero también la unión y la decisión de los que creemos en los valores tradicionales y liberales que son los cimientos de nuestra sociedad occidental, invadida cada vez más por gentes de otras sociedades menos desarrolladas y carentes de valores como los nuestros, valores cristianos, valores democráticos, gentes que no respetan la libertad del individuo ni lo que hemos conseguido en nuestras sociedades tras siglos de lucha.

(Artículo original publicado en Monarquía Europea Nº 9 Año IV Septiembre 1994, adaptado a la situación actual.)

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