21 enero 2010

Hace falta unidad, no dispersión


En España se da un fenómeno que en otros países más desarrollados en materia de democracia se dan en mucho menor grado y que incluso en Italia parece haberse superado en los últimos tiempos: el afán de protagonismo.

Los grandes partidos suelen sobreponerse a ciertas tendencias de fragmentación, sobre todo por la rigidez de sus estructuras de mando y la falta de democracia interna, siendo el resultado final de toda disputa por el poder que tanto sus militantes como sus votantes se resignan que sean unos pocos los que deciden todo con tal de que se consiga mantener una cuota de poder de su partido lo suficientemente grande como para formar gobierno o al menos una oposición con peso y capacidad de afrontar los siguientes comicios electorales con posibilidades de éxito.

A parte de los dos grandes espacios político-ideológicos, siempre existen espacios o nichos electorales menores, pero que pueden resultar ser decisivos cuando a los dos grandes les faltan las mayorías suficientes para gobernar. Se suele hablar de un espacio de los partidos bisagra.

Desde la transición hasta la actualidad, estos partidos bisagra han sido, casi exclusivamente, los partidos nacionalistas que disfrutan de la gran ventaja de un sistema electoral pensado en su día para evitar la discriminación de minorías regionales por quedar fuera del parlamento nacional al no alcanzar en el conjunto nacional los votos necesarios para acceder a una representación parlamentaria. Así fue que la barrera del 5% (en algunos comicios reducido al 3%) se limitara a las circunscripciones provinciales, que a su vez no responden a un criterio de uniformidad de la representación de acuerdo con el número de habitantes que corresponden a cada diputado.

Mientras que en otros países europeos el predominio de un bipartidismo ha ido diluyéndose con la aparición de partidos más pequeños que han tenido cierto éxito por ser diferentes en sus planteamientos y por el cansancio de los votantes de tener siempre las mismas políticas de izquierda y derecha, en España parece que no llega a convencer esta diversificación del espacio electoral, pues los pocos intentos que ha habido, apenas han tenido éxito más allá de dos legislaturas.

No bastante con este inmovilismo crónico del comportamiento electoral de los españoles, lo que se podría llamar el espacio de centro liberal o transversal sufre del mal que los grandes partidos superan sólo gracias a su funcionamiento dictatorial o despótico. No sólo se trata de afán de protagonismo de algunos personajes poco carismáticos, sino además de la indisciplina manifiesta de muchos militantes de los partidos y grupos de interés creados alrededor de cuestiones a veces muy puntuales. Los que no consiguen crear un partido o colocarse en uno con visos de trepar velozmente, crean asociaciones de diversa índole.

Esta circunstancia particular del espacio de centro transversal supone una dispersión del mensaje y del esfuerzo. Demasiada gente con ambiciones y afán de protagonismo está buscando foros a su medida para darse importancia y captar a la gente que cree en los buenos objetivos que esgrimen.

No creo que el espacio de centro tenga un potencial muy grande, sobre todo cuando la seriedad de un proyecto se pulveriza con la creación de mil miniorganizaciones por el mero hecho de que algunos no son capaces de someterse a una estrategia común y de respetar los cauces de la organización original y sus estatutos.

La situación del movimiento ciudadano (entendido como un movimiento nacido del deseo de ciudadanos comprometidos para ofrecer alternativas que satisfagan las verdaderas necesidades de la población) recuerda a los pronunciamientos del siglo XIX (si se puede abstraer la idea hasta este punto) cuando cada dos por tres algún generalito o político de peso relativo hacía un pronunciamiento para cambiar el régimen o imponer alguna política.

Parece que España no aprende ni evoluciona, en parte creo que se debe a que los políticos que gobiernan, conservan una mentalidad del siglo XIX. En lugar de reforzar a un partido nuevo con planteamientos políticos no condicionados por ideologías caducas, se dispersan los esfuerzos creando espectros políticos diversos (espectros en el sentido de apariciones fantasmagóricas). Harían mejor en invertir sus ganas de trabajar en seguir consolidando un proyecto en lugar de crear una entidad a su medida que no será tomada muy en serio y que usan exclusivamente para eludir la disciplina del grupo del que proceden. En democracia las propuestas tienen que contar con un consenso para tener posibilidades de ser apoyadas por un gran número de personas. Hace falta unidad, no dispersión. No se puede dar una imagen de desunión. La división impide la victoria.

Un fenómeno elocuente es él de Facebook y otras redes sociales que contribuyen a la creación de multitud de plataformas e "iniciativas" con nombres rimbombantes, pero a la hora de la verdad no llevan a ningún resultado. Los grupos creados suelen carecer de solidez y es un espejismo creer que porque se apuntan mil personas a un grupo ya se ha creado una asociación representativa o un grupo de presión. Hay que tener en cuenta que no es lo mismo hacer clic para ingresar en tales grupos que firmar una solicitud de inscripción unida al pago de una cuota que trabajar activamente dentro de este grupo.

Otro aspecto de estos grupos suele ser su polarización en temas concretos. Eso facilita que la gente de adhiera a dichos grupos sin más compromiso que el clic, en muchos casos guardando el anonimato detrás de un nombre ficticio. Pero ningún partido que se haya formado por un problema concreto ha logrado consolidarse, ya que en política se tiene que tener respuesta para todo, no sólo para problemas puntuales. En este sentido, el Partido Pirata no puede tener éxito más allá de un voto protesta, pues el Internet y la piratería informática no son puntos programáticos convincentes. Lo mismo ocurre a los partidos de pensionistas, el partido que quería legalizar la Marihuana o los partidos de los protectores de animales. Pueden valer como iniciativas populares para llamar la atención sobre determinadas cuestiones, pero nada más.

Un tema muy polarizado y del que se aprovechan muchos personajes con afán de protagonismo es la problemática de la libertad lingüística. Es cierto que la falta de esa libertad en algunas regiones de España sea un tema importante de los partidos que luchan contra la imposición lingüística, pero dedicar toda una actividad política a este tema no sólo provocará que el ciudadano medio se canse del mensaje repetitivo, sino que encima se identifique a algunos partidos exclusivamente con este tema, cuando en realidad se ocupan de muchos temas diferentes, siendo la política lingüística sólo un tema más.

Sería deseable conseguir una modernización de los esquemas políticos en España con una oferta nueva y fresca de un partido diferente a los conocidos hasta ahora. Este partido no puede tener éxito si se basa en políticos agotados ideológicamente y desgastados por la maquinaria de los partidos tradicionales. Este partido existe ya desde hace cuatro años. Precisamente porque es diferente y porque quiere acabar con las estructuras existentes en el mundo de la política española ha sido combatido desde fuera y desde dentro por aquellos que ni creen en su proyecto ni quieren cambiar realmente nada, sino sólo servir a los que ya ostentan el poder desde hace muchas décadas o simplemente para seguir en la dinámica caduca de trepar dedocráticamente y colocarse en alguna poltrona bien remunerada a largo plazo.

Acabemos con el siglo XIX en la cabeza de los políticos españoles. Ciudadanos es la gran alternativa y merece una oportunidad para demostrar que el cambio es posible. Ciudadanos somos todos, pero no todos los partidos son de los ciudadanos para los ciudadanos.

3 comentarios:

Ángel Vázquez Hernández dijo...

"el Partido Pirata no puede tener éxito más allá de un voto protesta, pues el Internet y la piratería informática no son puntos programáticos convincentes"

Por eso nosotros no nos limitamos a Internet: defendemos los derechos fundamentales.

Y, por cierto, nosotros no tenemos la piratería informática en nuestro ideario.

Un saludo

Atreides dijo...

Bueno, según lo que se pueda entender por la piratería. El Partido Pirata nace del interés primordial del libre acceso a contenidos en la red sin tener en cuenta los derechos de autor. Tanto la visión de los derechos de autor (abusivos en muchos casos como en lo que se refiere a la SGAE) como del libre acceso a contenidos está variando bastante, y lógicamente el Partido Pirata intenta abarcar más temas por quedarse corto.
Estamos de acuerdo en la defensa de los derechos fundamentales, pero el Partido Pirata no deja de ser un partido nacido de un problema muy concreto. Por otra parte, el hecho de llamarse "pirata" ya encierra un dilema: Piratas son delincuentes. Que unos defensores de la libertad se autotitulen piratas es un contrasentido. Es como si las mujeres maltradadas fortmasen un partido llamado partido de las mujeres asesinas. Está claro que se quiere llamar la atención, pero usar la bandera pirata y la denominación no me parece acertado.

Anónimo dijo...

Además de los partidos que surgen para defender algo en concreto, existe el problema de que los nuevos partidos con un ideario más generalista se plagan de medrantes de otros partidos que esperan obtener mejores prebendas que en sus afiliaciones tradicionales. Y al final pretenden montar una estructura paralela que desestabiliza el pequeño partido que no puede permitirse a buitres gañanes.

Debería surgir una especie de partido de concentración que albergara un gran espectro político y fuese capaz de solventar diferencias ideológicas (que se hacen irreconciliables para mantener cada uno una minúscula parcela de poder, pero poder al fin y al cabo) a la vez que cuente con un lider o equipo directivo lo suficientemente carismático y honrado como para impedir el parasitismo y premiar la meritocracia interna.

¿Pido demasiado para nuestra España?

Un saludo