22 febrero 2010

Mucho ruido y pocas nueces

La pitada a Sus Majestades los Reyes de España con motivo de su asistencia a la final de la Copa del Rey de baloncesto entre el Regal FC Barcelona y el Real Madrid, en el Bizkaia Arena de Barakaldo, constituye un hecho lamentable que en absoluto es representativo para el sentir general del pueblo español respecto de su Monarquía, a parte de ser una muestra de falta de respeto hacia la persona que da nombre a dicho trofeo deportivo.

En los últimos años asistimos a una creciente politización de los clubes deportivos en España que, como en el caso del FC Barcelona son utilizados por sus dirigentes para apoyar a corrientes ideológicas concretas, cuando el deporte y sus organizaciones son y deberían seguir siendo compoletamente ajenos a las ideas políticas.

Utilizar un acontecimiento deportivo para manifestaciones de grupos minoritarios contrarios a la forma de estado actual de España es una característica sobre todo de organizaciones radicales que de esta forma quieren dar la impresión de ser representativos y manipular así la opinión pública a favor de sus posiciones, igual que ocurrió recientemente con las consultas populares ilegales celebradas con escaso éxito en varios municipios catalanes y para que tuvieran más participación de la real permitieron votar a inmigrantes y menores de edad.

S.M. el Rey de España es también el Rey de los vascos, y como tal debería ser recibido y respetado en dicha Comunidad Autónoma. La politización del acto deportivo constituye un hecho al que, por otra parte, no se debería dar mayor importancia, pues se trata de grupos aislados que cuando tienen que recurrir a procedimientos democráticos legales no tienen nunca la repercusión que buscan obtener acaparando de esta forma la actualidad informativa. Pero muchos medios de comunicación parecen tener un interés exagerado en resaltar incidentes irrelevantes que no se distinguen en nada de otros incidentes del pasado protagonizados por grupos de ultras sin que puedan ser considerados como un sentir generalizado de toda la afición reunida en los estadios y mucho menos aún de todo un pueblo.

Tal vez no sea sino un síntoma de que las cosas están cambiando en el País Vasco y que la pitada a los Reyes sólo es un intento desesperado de los radicales de hacerse ver y oír sin que tengan realmente nada que hacer desde sus posiciones independentistas. Y por otra parte, es otra contribución más a deteriorar la de por sí ya deteriorada imagen de España en el exterior, porque de seguro el espectáculo ha sido retransmitido en más de un telediario extranjero.

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