06 diciembre 2010

Trigésimo segundo aniversario de una Constitución prostituida

Un año más, un aniversario más: La Constitución Española de 1978 cumple 32 años. Quizás este trigésimo segundo año de su vigencia sea uno de los más complicados, y no tanto por adolecer de defectos en su redacción que facilitan su desmontaje paulatino, sino más por la defectuosidad de las instituciones que deberían velar por su cumplimiento.

Este año, el hecho tal vez más perjudicial para el orden constitucional en España haya sido la sentencia del Tribunal Constitrucional (¡vaya contradicción!) sobre el Estatuto de Autonomía de Cataluña, declarando constitucionales preceptos tan inconstitucionales como "Cataluña es una nación", con la excusa que lo que consta en el preámbulo no tiene efectos legales. Lo que sí tiene son efectos políticos claros. 

El Tribunal Constitucional hace tiempo que dejó de ser una institución independiente para velar por el cumplimiento de la Constitución. El alto tribunal ha degenerado en una institución controlada por las mayorías políticas en el Congreso y, por tanto decide según las tendencias ideológico-políticas de cada gobierno y sus aliados.

De nada sirve el juramento de los gobernantes de "cumplir y hacer cumplir la Constitución", cuando en realidad se dedican a probar de qué manera pueden desmontar el orden constitucional para sumir al país en el caos.

Ni siquiera Su Majestad el Rey se preocupa lo más mínimo por el cumplimiento de la Carta Magna de España, que hace 32 años aprobó con su firma cediendo casi todo su poder al pueblo, es decir, a la representación electa del mismo en el Congreso y el Senado. Y el poco poder que le puede quedar al Rey ni lo ejerce, ni siquiera el moral, el llamado poder moderador, salvo que las cosas se ponen ya muy, muy feas.
Así que este año lo único que se puede celebrar que la Constitución -a pesar de todos los contratiempos- haya sobrevivido, aunque con daños serios en su carrocería. 

Lo peor que puede pasar a un orden constitucional es un deterioro tal de la situación social y económica que haya que declarar el estado de alarma para asegurar el orden en el tráfico aéreo, secuestrado por una huelga ilegal de unos cientos de personas dedicadas al control aéreo. Realmente es un hecho que no se recuerda que haya ocurrido en ningún país de Europa Occidental en las últimas décadas.

Un país a la deriva con una Constitución a la deriva. Esta es la situación en este aniversario de la Constitución. Le pone a uno los pelos de punta y da ganas de gritar de desesperación.

España es un país al borde de un ataque de nervios. No hay nada que celebrar. Sólo se puede decir: Lo más importante es que sigamos vivos.


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