25 diciembre 2012

La perversión del lenguaje en una sociedad en crisis de valores


Cada año llama más la atención la cobardía manifiesta de la sociedad occidental a la hora de usar denominaciones tradicionales con ocasión de las diversas fiestas cristianas.

Todo ello es obra de una izquierda subversiva que ha tomado el control de la comunicación desde los años setenta del siglo pasado como consecuencia paulatina de una acción juvenil rebelde liderada por comunistas fracasados reconvertidos a ecologistas y progres, pero anclados en un mundo de colores rojizos y de fantasía.

Sobre todo el color rojo de la revolución bolchevique o maoísta (muchos de aquellos progres alardean de haber sido maoístas o, lo que es aún más significativo, seguidores de Ho Chi Minh, lógicamente sin tener que vivir las bondades de aquellos regímenes, mientras vivían con las comodidades de sus familias aburguesadas) es muy descriptivo de la decadencia de los valores vivida en los años setenta, que no en vano decora hasta el día de hoy los burdeles de las carreteras y de otros lares.

Bajo el pretexto de la igualdad, un concepto igualmente pervertido y como tal incompatible con una sociedad liberal, esa izquierda ecologista y progre ha ido imponiendo un lenguaje que ha puesto patas arriba a la percepción conceptual de muchos aspectos de la vida moderna por parte de la ciudadanía en general y la conservadora en particular. Precisamente esta última, organizada en partidos presuntamente conservadores y/o cristianodemócratas, ha sucumbido ante las embestidas de la izquierda progre y ecologista para acabar adoptando el mismo lenguaje cobarde y pervertido con tal de no parecer rancios y trasnochados, adoptando actitudes de la caverna bolchevique, también llamada socialista o, lo que es peor, socialdemócrata.

Así celebramos hoy una fiesta netamente cristiana, por su origen y su significado, convertida en una gran operación comercial y despojada de sus connotaciones principales. Por añadidura, esta fiesta cristiana es molesta para una población no cristiana, defensora fanática de otra religión excluyente y violenta basada, para más inri, en el mismo Dios de los cristianos y de los judíos, pero diferente al fin y al cabo, ya que en ella no cuenta la palabra de Dios, sino la de un autoproclamado profeta único y último, pederasta y polígamo, político astuto, extremista y sanguinario. Es molesta porque así nos lo cuenta la izquierda progre y ecologista, y porque ésta así se lo asegura a esa población extraña a nuestras costumbres, nuestra sociedad, nuestra historia.

No sólo vivimos una americanización anglófona galopante, es más: los mismos anglófonos han convertido las Navidades en simples "vacaciones", aunque existe alguna confusión respecto al significado verdadero de "holiday", día santo. En cuaklquier caso, la acepción de "holiday" es la de "día vacacional" más que día santo, y ello es congruente con la tendencia general de eliminar todo simbolismo cristiano de la fiesta de la natividad de Nuestro Señor Jesu Cristo.

La misma Iglesia Católica Apostólica y Romana ha contribuido últimamente a cuestionarse a sus propios fundamentos. No sólo que Su Santidad el Papa, al parecer, ha puesto en entredicho que en el portal de Belén hubiera mulas y ovejas, la cosa va más allá: la indefinición del género de Dios, que hasta ahora siempre se percibía como hombre. En Alemania ha surgido, como no, un gran debate sobre el sexo de Dios, que según la izquierda progre y ecologista es como él de los ángeles: no tiene sexo. Ello va, claro está, en línea con la igualdad igualitaria [que no igualdad de oportunidades] entre sexos, y como Dios se supone es el origen de todas las cosas, no puede tener sexo. Pero lo que no queda claro, entonces, es cómo la Vírgen María pudo ser fecundada por Dios [a través del Espíritu santo] y cómo su hijo pudo ser engendrado hombre si a Dios tendría que haberle faltado toda cromosoma definitoria del sexo del feto. Ahora sólo falta que Dios nos aparezca como Drag Diosa sobre plataformas y con una boa de colores arco iris al cuello. Hoy en día los valores éticos se han convertido en valores bursátiles en caída libre.

No cabe duda: Vivimos una época que toca a su fin. Los Mayas, ridiculizados con su "profecía" matemática y astronómica, seguramente tenían razón al predecir que cada 5.125 años toca un cambio de época que supone una nueva conciencia cósmica y una transición espiritual hacia la nueva civilización. Que eso no pasará de un día a otro es evidente. Pero que hemos llegado a un fin de época perfectamente  perceptible, también por el lenguaje que se nos impone y por la situación en la que se encuentra la mayor parte del mundo, especialmente el occidental.

¿Habrá nuevos valores, nuevas tradiciones, una nueva sociedad? Pronto lo sabremos, supongo.