10 septiembre 2013

Madrid 2020 ha dejado a la vista de todo el mundo que es urgente una renovación de la política

El fracaso de la tercera candidatura olímpica de Madrid es una muestra más de lo mal que se gestiona España. No por mucho insistir mejora la percepción en el exterior de cómo se gobierna en España. 

Los responsables de Madrid 2020 no sólo apostaron por una candidatura de bajo coste en la absurda creencia de que el Comité Olímpico Internacional valoraría ante todo que no se iba a gastar dinero en los Juegos Olímpicos por razones de la crisis económica, que no afecta a todos los países del mundo y no es tan profunda en todos los países con crisis económica como en España, sino además parece haber confiado en que tendrían en cuenta las dos candidaturas anteriores y las obras ya iniciadas y/o terminadas para una futura sede olímpica. Craso error.

No sólo ganó la propuesta más vanguardista de Tokio (sólo hay que comparar el estadio olímpico proyectado con el plan de reciclaje del abandonado estadio de La Peineta de Madrid), sino también la desventaja de Madrid frente a ciudades junto al mar, sólo superable con instalaciones acuáticas deslumbrantes, algo que en Madrid es problemático al disponer sólo de un río de escaso caudal. Además, el haber propuesto tres subsedes en la costa supone una dispersión de la actividad olímpica que no se daría en Estambul ni se dará en Tokio, donde todas las instalaciones olímpicas se situarán en un radio estrecho alrededor de la bahía de la ciudad. Por lo tanto, la propuesta de Madrid tendría que haber sido un proyecto urbanístico y de infraestructuras acuáticas de mucha inversión, algo que por ahora España no es capaz de financiar.

En algunos medios se habla ahora de la injusticia del COI. Pero la injusticia es que Madrid tenga la alcaldesa que tiene y el Comité Olímpico español un presidente como el que tiene. Una candidatura de bajo coste para hacer creer a la gente que no costaría nada no es lo que espera el COI de las ciudades candidatas. 

Puede parecer injusto que ni a la tercera Madrid logró ganar, pero como dice el proverbio: Dime de qué presumes y te diré de lo que careces.

Un problema es que en España la formación profesional deja bastante que desear, una carencia que también afecta a las universidades, muchas veces meros centros de "dictar" contenidos académicos de poca relación con la realidad. Y allí donde se forman buenos profesionales, al final sólo se exportan profesionales bien preparados a otros países al no ofrecer España posibilidades de encontrar trabajo remunerado adecuadamente. Por otro lado sólo parecen llegar a los más altos puestos los menos preparados, los más corruptos, los más enchufados. Ya lo pudimos comprobar en la rueda de prensa del viernes en Buenos Aires, con bochornosas intervenciones e incoherencias de la alcaldesa de Madrid y el presidente del Comité Olímpico Español, ninguno de los dos con conocimientos básicos de inglés ni siquiera para entender lo que se preguntaba. Y lo peor de todo fue la intervención de los citados personajes en la presentación oficial, que -como ya comentó S.A.R. la Infanta Doña Pilar- es puro teatro, porque todo el pescado ya estaba vendido, una presentación que no pudo salvar ni siquiera S.A.R. el Príncipe Don Felipe. 

Está claro que el funcionamiento tradicional del sistema de partidos es obsoleto. No sólo hace falta un régimen interno de elecciones primarias y limitación de mandatos, sino también los mismos afiliados tienen que tener claro a quien elegir para ser candidatos. Los partidos tienen que preparar a sus bases y a sus dirigentes para que sean capaces de asumir cargos y elegir a sus candidatos y dirigentes siguiendo criterios de suficiente nivel cultural y profesional para una futura gestión de las instituciones en caso de ser elegidos. 

Madrid 2020 ha dejado a la vista de todo el mundo que es urgente una renovación de la política y que se deje paso a personas que no vean la política como prebenda vitalicia, sino como servicio a la comunidad y como reto para que España pueda estar a la altura de otros países. Crear crisis artificiales con otros países por disputas trasnochadas nacidas hace varios siglos o plantear independencias de regiones sin base histórica alguna no es el camino más adecuado para ganarse la estima y admiración de otros países. Sólo son una muestra más de falta de visión y de grandeza.

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