28 febrero 2015

El Plan Hidrológico Nacional es una oportunidad y una necesidad

Uno de los grandes fracasos del segundo gobierno de Aznar y del gobierno actual ha sido el Plan Hidrológico Nacional (PHN), interrumpido por el revanchismo del gobierno de Zapatero y un debate irracional regionalista sobre la propiedad del agua y de las cuencas fluviales.

El fracaso se debe, en primer lugar, al entonces Ministro de Fomento, Álvarez Cascos, cuya labor al frente de su ministerio fue bastante regular por la lentitud en sus decisiones y gestiones, pues tanto el nudo norte de Madrid como el PHN podrían haberse ejecutado mucho antes, evitando así lo que pasó al ganar las elecciones el PSOE: ni nudo norte ni trasvases de aguas sobrantes de los ríos por puro revanchismo trasnochado de una izquierda radicalizada y anclada en sus traumas políticos del pasado. 

La situación por la que pasan ahora los ribereños del Ebro no es sino consecuencia de la ineficacia e inoperancia de los gobernantes actuales, tanto de los dos (aún) grandes partidos como de los partidos regionalistas y nacionalistas. Los afectados de esta gestión inexistente, de esta ineficacia, también tienen su parte de culpa, pues votaron a los mismos de siempre cuando sabían perfectamente que si en el pasado no habían solucionado problemas urgentes, tampoco lo iban a hacer al ser confirmados en sus cargos políticos.

Lo más sangrante es la incapacidad del presidente del PP para dar impulsos a la acción de gobierno y acelerar proyectos guardados en los cajones. Su miedo constante a tomar decisiones y pasar a la acción le lleva a dudar siempre de todo lo que podría decir y hacer, y de esta forma no dice ni hace nunca nada. Con ministros sin personalidad, sin garra, sin coraje para tomar decisiones, un gobierno de tecnócratas grises, de funcionarios burócratas inmóviles que hacen su trabajo sin hacer sombra a su insignificante y aburrido líder, España sale lentamente de su crisis sin pena ni gloria.

Es necesario retomar la senda del PHN original, con todas las mejoras que sean posibles, y sobreponerse a los intereses egoístas e irracionales de regionalistas, nacionalistas y tactistas electorales que nos quieren hacer creer que los ríos son propiedad de cada región por la que pasan y sus aguas pertenecen solamente a los que viven en cada región.

El PHN se basaba, en su trazado, en planes muy antiguos, pues en la primera mitad del siglo XX las administraciones planificaban con muchas décadas de antelación, e incluso quedaban algunos canales de trasvase que en 2004 estaban muy deteriorados y/o fuera de uso. Lo que tiene que prevalecer es el sentido común, u trabajo en equipo y la conciencia de que el río Ebro, igual que todos los grandes ríos que pasan por diferentes comunidades autónomas, no son propiedad de nadie en concreto, sino de todos. Son patrimonio nacional. Por sentido común también se debería llegar a la conclusión que no puede haber nada negativo en un plan que prevé básicamente el aprovechamiento de aguas sobrantes del río Ebro en épocas de elevados niveles de agua e inundaciones, lo que resolvería dos problemas a la vez: Un potente y sensato sistema de extracción de caudales sobrantes bajaría el nivel excesivo del Ebro y a la vez podría aportar grandes cantidades de agua a zonas de Levante y de La Mancha para acabar con las frecuentes épocas de sequía.

Lógicamente, un PHN es mucho más que trasvasar el agua sobrante de un río determinado; significa planificar todos los recursos hidrológicos y ponerlos en interacción, en coordinación, para que todos se beneficien recíprocamente de ello y cada uno en su justa medida. Se tienen que acabar las compensaciones asimétricas en las que unos siempre dan y otros siempre reciben.



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