31 marzo 2015

Andalucía entre casta y cinismo político

Las elecciones autonómicas andaluzas han demostrado y están demostrando dos cosas: Una gran parte de los votantes andaluces pasan olímpicamente de un cambio serio y parecen vivir felices y contentos con un partido gobernante que lleva más de tres décadas de gestión ineficiente, malversación de fondos públicos y dedocracia crónica. La otra parte -minoritaria- quiere un cambio, pero no sabe escoger a los partidos que deberían protagonizar ese cambio profundo de la manera de hacer política, bien porque no tienen la necesaria información para votar con criterio, bien porque son fáciles de engañar con mensajes tan bonitos como falsos.

Las reacciones de todos los partidos con representación parlamentaria son ilustrativas de la falta de voluntad sincera y decidida de cambiar las cosas. Hemos aquí, por una parte, a la presidente en funciones de la Junta de Andalucía, Susana Díaz, que a pesar de la falta de 8 diputados para la mayoría absoluta necesaria para poder gobernar legítima un cómodamente, sigue pensando que puede seguir gobernando en solitario y hace alarde de la misma prepotencia que ya demostró tener durante la campaña electoral. Por otra parte, está el partido perdedor, que balancea entre un no y una abstención en la sesión de investidura, con un candidato fallido a la Junta de Andalucía que haría mejor en dimitir que en seguir con ese discurso cansino de un partido sin principios ni dirección, entre la dubitación permanente y las ganas reprimidas de ejercer de oposición. Y después tenemos a los nuevos partidos en el parlamento andaluz que gustan de presentarse como renovadores de la política, pero que con sus discursos postelectorales no sólo están demostrando un cinismo absoluto, sino, lo que es peor si cabe, dicen tururú a sus votantes, porque en lugar de cambios están en camino de apoyar al partido más corrupto de la política andaluza para posibilitar que siga gobernando otros cuatro años en solitario.  
Partidos que quieren un cambio no pueden apoyar a los que nunca lo han querido ni lo van a querer. Deberían hacer ver a Susana Díaz que en su situación actual no se puede actuar con prepotencia y que los dos partidos aún mayoritarios en España deberían hacerse a la idea de que se puede y debe gobernar en coaliciones, igual que es usual en otros países europeos.

Sólo a través de un gobierno en coalición es posible que un partido nuevo pueda conseguir realizar sus ideas de regeneración política, y el partido mayoritario, si quiere seguir en el poder, tiene que hacer concesiones importantes para que pueda formar una coalición de gobierno. Pero formar coalición no significa tampoco someterse en todo al dictado del partido mayoritario y titular de la presidencia, sino dejar claro que si no cumple con sus compromisos adquiridos mediante el convenio de coalición, perderá el gobierno y se enfrentará a nuevas elecciones.  

Ciudadanos Libres Unidos - Cilus no estaría a favor de pactos ni abstenciones. No se puede estar en la oposición sujeto a pactos que paralizan la labor opositora, y un partido con principios y programa no se puede abstener nunca en las decisiones importantes, como tampoco puede mantenerse al margen de una investidura. Exigir cambios debe ser lo principal, y ahora los dos nuevos partidos en el parlamento andaluz podrían tener la oportunidad. Pero por lo que se puede comprobar por el momento, ni respetan a sus bases ni tienen una verdadera voluntad de cambio al barajar la posibilidad de una abstención con acuerdos de mínimos. Y luego los ciudadanos dirán que son más de lo mismo en cuanto huelen poltrona y prebendas: la casta que tanto critican.  Desde luego, Cilus nunca lo haría, llegado el momento, y al igual que blinda en sus estatutos la democracia pura y directa para la elección de sus órganos y sus listas electorales, las decisiones importantes en y para órganos de gobierno siempre se someterían a la decisión de las bases del partido. 

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